La cruzada de Leboyer por colocar al bebé en el centro del nacimiento dio lugar a condiciones que los padres de hoy dan por sentado: niveles reducidos de luz y ruido en la sala de partos y, lo más importante, la entrega del bebé directamente a la madre, excepto cuando era necesario. Todo esto sucedió durante los años 70 y 80, debido a Leboyer.
Él creía que el trabajo de su vida estaba influenciado por la forma de su propio nacimiento, al final de la primera guerra mundial. Su madre, Judith Levy (nee Weiler), artista, tuvo que ser retenida para su entrega, lo que se logró utilizando fórceps, y la historia de su llegada llevó a Leboyer a pensar que tenía que haber una mejor manera. Muchos años después, mientras viajaba en la India, conoció quizás la mayor influencia en su vida, Swami Prajnanpad, quien creía que los seres humanos llevaban el recuerdo de sus nacimientos en lo más profundo de sí mismos. Leboyer sintió que a través de sueños y pesadillas, había revivido su propio parto difícil y luego pudo seguir adelante.